La depresión es un trastorno mental y principal causa mundial de discapacidad según la OMS. Se estima que un 5% de los adultos la padecen en todo el mundo1. Asimismo, existen diferentes estudios que sugieren que la dieta puede influir en la patología de la enfermedad.
En primer lugar, la inflamación desempeña un papel importante en la depresión ya que durante la respuesta inflamatoria se producen moléculas mediadoras que influyen en la actividad del cerebro y en la regulación de emociones2. De hecho, los distintos alimentos en la dieta pueden influir en el proceso de inflamación. En el estudio Nurses’ Health Study se observó que una alta ingesta de verduras, frutas, cereales integrales, pescado y legumbres se asoció a niveles bajos en sangre de marcadores inflamatorios. Por el contrario, una dieta estilo “Western” caracterizada por alto consumo de carne roja y procesada, carbohidratos refinados y alimentos procesados se asoció con niveles altos en sangre de marcadores inflamatorios3.
En relación con estrés oxidativo, se ha visto que interviene de forma significativa en la enfermedad puesto que el cerebro es vulnerable al daño oxidativo4. En concreto, un metaanálisis de 115 estudios concluyó que aquellas personas que tenían depresión presentaban niveles altos de marcadores de estrés oxidativo4. Asimismo, la dieta puede mejorar el estrés oxidativo mediante el consumo alto de alimentos con propiedades antioxidantes. Por ejemplo, las frutas y verduras, el aceite de oliva y los frutos secos, que contienen vitaminas C y E2, y tienen poder antioxidante4. De igual manera, los polifenoles que se encuentran en las hierbas, especias, frutos rojos, té verde, frutos secos, vino tinto y otros alimentos provenientes de las plantas poseen también propiedades antioxidantes4.
Con respecto a la microbiota intestinal, por una parte, es uno de los primeros sistemas en el cuerpo en interaccionar con los alimentos consumidos. Por otra parte, regula los distintos mecanismos implicados en la depresión como la inflamación2. Por lo tanto, los distintos estudios realizados en animales sugieren que la microbiota puede servir de conexión entre la dieta y la salud del cerebro2. En consecuencia, distintos estudios sugieren que la ingesta de probióticos y prebióticos pueden mejorar la salud intestinal, reduciendo la inflamación y la depresión5.
Por otro lado, entre 2014 y 2018 se realizó un estudio llamado MooDFOOD en 9 países europeos con el objetivo de investigar cómo la ingesta de alimentos, nutrientes, conductas alimentarias y obesidad se relacionan con el desarrollo de la depresión6. Las principales conclusiones que obtuvieron fueron:
- En relación con la prevención de la depresión, seguir un patrón dietético saludable caracterizado por un alto consumo de frutas y verduras, legumbres en abundancia, ingesta de pescado cada semana, elección de cereales integrales, consumo moderado de lácteos, pollo, huevos y frutos secos, y consumo bajo de carnes rojas y procesadas y alcohol puede reducir los síntomas de depresión en la población general. Asimismo, la pérdida de peso en personas con obesidad ayuda a reducir los síntomas de la depresión7.
- En cuanto al tratamiento de la depresión, seguir un patrón dietético saludable puede ayudar a reducir los síntomas de la depresión en pacientes con un Trastorno Depresivo Mayor (TDM). Además, los suplementos de omega-3 (>= 1 g/día de EPA y DHA) puede tener un pequeño efecto beneficioso sobre los síntomas de depresión en personas con un TDM que consumen antidepresivos8.
En conclusión, la depresión es una de las causas principales de discapacidad en el mundo y según la evidencia científica una alimentación saludable puede ayudar a prevenir los síntomas de la enfermedad. Sin embargo, es importante aclarar que una alimentación saludable no es un sustituto del tratamiento médico necesario para hacer frente a la depresión8.
1 Salas-Salvadó, J., Maraver, F., Rodríguez-Mañas, L., Sáenz de Pipaon, M., Vitoria, I., & Moreno, L. A. (2020). Importancia del consumo de agua en la salud y la prevención de la enfermedad: situación actual. Nutrición Hospitalaria, 37(5), 1072-1086.
2 Vij, V. A., & Joshi, A. S. (2013). Effect of ‘water induced thermogenesis’ on body weight, body mass index and body composition of overweight subjects. Journal of clinical and diagnostic research: JCDR, 7(9), 1894.
3 Serra-Majem, L., Tomaino, L., Dernini, S., Berry, E. M., Lairon, D., Ngo de la Cruz, J., … & Trichopoulou, A. (2020). Updating the mediterranean diet pyramid towards sustainability: Focus on environmental concerns. International journal of environmental research and public health, 17(23), 8758.
4 Argiana, V., Kanellos, P. Τ., Eleftheriadou, I., Tsitsinakis, G., Perrea, D., & Tentolouris, N. K. (2020). Low-glycemic-index/load desserts decrease glycemic and insulinemic response in patients with type 2 diabetes mellitus. Nutrients, 12(7), 2153.
5 Chang, Y., Ryu, S., Kim, Y., Cho, Y. K., Sung, E., Kim, H. N., … & Byrne, C. D. (2020). Low levels of alcohol consumption, obesity, and development of fatty liver with and without evidence of advanced fibrosis. Hepatology, 71(3), 861-873.