La esteatosis hepática se define como la presencia de al menos, un 5% de grasa en el hígado en ausencia de un consumo significativo de alcohol. La prevalencia de esta entidad ha aumentado considerablemente en los últimos años. Este hecho está en línea con el aumento de la prevalencia de sus principales factores de riesgo, que son metabólicos, como la obesidad, la diabetes mellitus, la hipertensión arterial y la dislipemia.
El estilo de vida actual, con una dieta menos saludable y con un mayor sedentarismo, está propiciando estos cambios en los últimos años. Tanto es así, que la esteatosis hepática metabólica se ha convertido en la causa más frecuente de afectación hepática en la población general y se sitúa entre las primeras causas de trasplante hepático en el mundo occidental.
Además, se asocia a múltiples comorbilidades como, por ejemplo, la afectación cardiovascular, la renal o el incremento de determinados procesos oncológicos. Por ello, existe un interés creciente en su diagnóstico y tratamiento para aumentar la conciencia de enfermedad en el sector médico y la población general.
La prevalencia de esteatosis hepática en población general se sitúa alrededor del 25%, siendo este porcentaje significativamente superior en pacientes diabéticos e hipertensos. Motivo por el cual en la práctica clínica, deberíamos buscar activamente la presencia de esteatosis hepática en este tipo de pacientes.
Se ha documentado que los pacientes con esteatosis hepática y fibrosis significativa están en riesgo de desarrollo de diabetes mellitus e hipertensión arterial con el paso del tiempo, por lo que se debería evaluar periódicamente su aparición.
Por lo que, podríamos concluir que la esteatosis hepática a veces es causa y otras consecuencia de diabetes mellitus tipo 2 y de hipertensión arterial.
Hay que señalar que la esteatosis hepática no tiene, actualmente un tratamiento específico que permita revertir la enfermedad (más allá de la implementación de cambios en el estilo de vida, medida de alta eficacia, por otra parte). En este escenario, se ha evaluado si terapias para alguno de los factores metabólicos, pudiera tener un efecto positivo, de forma simultánea, sobre la afectación hepática.
En el entorno de la diabetes mellitus tipo 2, tanto la pioglitazona como los agonistas GlP-1 (liraglutide y más recientemente semaglutide) han mostrado capacidad de mejorar la presencia de inflamación hepática (esteatohepatitis), aunque no han tenido resultados positivos sobre la fibrosis hepática.
Por otro lado, no se han publicado estudios robustos hasta la fecha que indiquen que fármacos antihipertensivos (especialmente los ARA II, que teóricamente podrían ser más prometedores) tengan un efecto claro sobre la esteatosis hepática.
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